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lunes, 16 de junio de 2014

Don Beto Cañas y la mentalidad costarricense

Para muchos, don Beto Cañas no es más que el viejo cascarrabias de la burguesía costarricense, que nunca pudo ver más allá del escenario renacentista del Valle Central. Sus reconocidos arranques irascibles sofocaron a más de uno, porque defendía su razón como si fuera la única que existe. Los liberacionistas recalcitrantes le cobran haber dejado el partido y los socialistas colorados le adversan ser anti-comunista.

Y para algunos escritores de la élite urbana moderna, don Beto no es más que un mal escritor que tuvo trascendencia por su poder político. Su trabajo intelectual no es más que el reflejo de su época y, por tanto, es inadecuado para nuestro presente y nuestro futuro.

Todos sabemos que en Costa Rica la mezquindad y serrucho pululan como café de todos los dias. Pero más allá de esa actitud idiosincrática, ciertamente don Beto Cañas fue hijo de su época y no se le puede pedir a una persona que renuncie a sus principios fácilmente, mucho menos a alguien que logró colmarse en todos los espacios del país: fue diputado y presidente de la Asamblea Legislativa, fue primer ministro de Cultura, fue presidente de muchas instituciones sociales y culturales del país, fundador de dos partidos políticos de indudable relevancia y muchas otras instituciones.

Se resistió a la apertura digital y sencillamente nunca quiso conectarse a la red porque, según dijo él, el Internet estaba estableciendo una brecha entre los que pueden y los que no. Leía los periódicos impresos y dijo que se sentía ampliamente desinformado porque actualmente solo publicaban asuntos instrascendentes. En sus últimos años fue profesor universitario y recibía con simpatía y cordialidad a la gente en su casa en San Pedro para hacer la tertulia, quizás lo que más le gustaba.

Una vez le pregunté qué disfrutaba más de lo que hacía y dijo, casi con humildad, que escribir, que hacer arte y lograrlo es algo sublime, y no aún no sabía si él lo había logrado. Pero soy de los que consideran que su legado político es más firme, pero en particular porque Beto Cañas no fue un político tradicional en Costa Rica. Don Beto Cañas ha sido un político de rupturas, de reconsiderar el cómo se ve la política y ese es su aporte a este país: el valor de vanguardia en su visión de la acción política, a pesar de que se resistió a muchos cambios en su vida.

Costa Rica es un país con miedo al cambio, que cuando se enfrenta a una persona agresiva, puntual en sus propuestas y que no le tiene miedo a la lengua, reacciona ensimismándose y aplicando el choteo y el serrucho como arma predilecta. Pero con don Beto Cañas, el país no pudo; su personalidad y fuerza, hasta los 94 años, se impusieron y hasta el final logró cumplir con sus anhelos y sueños.

No me extraña que don Beto, al final, decidiera rendirse -porque dicen que aún en su lecho de muerte quería que lo llevaran a su casa para ver el partido de fútbol- el mismo día que un grupo de jugadores sacara la casta y el valor necesarios para darle a este país una gran victoria. Y esa gran victoria no consistió en ganar un partido de fútbol en una copa mundial ante un ex-campeón del mundo, ante el tercer lugar del mundial anterior, sino en que por primera vez un equipo de fútbol actuó como hubiera actuado don Beto Cañas: sin mentalidad tercermundista, sin conformismo y sin miedo al cambio para mejorar.

Costa Rica perdió un estadista, de esos que llegan a servir, honorables, no a servirse, pero ganó su gran lección de vida: es necesario actuar sin miedo -aunque nos equivoquemos- para encontrar en el mundo nuestro lugar en la historia.