jueves, 27 de junio de 2013

Breve historia de la literatura costarricense en dos platos

La literatura costarricense empezó con tímidos pero talentosos bosquejos a finales del siglo XIX y principios del XX. El maestro y difusor cultural Joaquín García Monge, el ingenioso Carlos Gagini, el talento de Roberto Brenes Mesén y otros costumbristas.

Luego vinieron asombrosos y naturales talentos a mitad de siglo pasado, amparados en el comunismo costarricense y en el marco de la Huelga Bananera del 36 y la Guerra Civil del 48. Carmen Lyra, Carlos Luis Fallas, Luisa González y otros; ellos abrieron inspiraciones y derroteros a una camada de brillantes que, con la apertura de la ECR, lograron proyectarse incluso más allá de las fronteras y ser traducidos en países remotos y cercanos, con ediciones en países latinoamericanos y contactos con lo mejor del boom latinoamericano y del modernismo poético. Hablamos de Joaquín Gutiérrez, Fabián Dobles, Yolanda Oreamuno, José León Sánchez y Carlos Salazar Herrera, entre otros.

Luego vino una generación narrativa que pensó apropiarse de la elocuencia, encanto y posición de los anteriores, montarse en ese tren, pero no trascendieron y aún dan manotazos de ahogado, no cruzaron las fronteras con algunas breves excepciones. Para no herir susceptibilidades, lo invito a poner sus propios nombres.

La poesía tuvo un empujón de talento y encanto desde Turrialba, hasta apropiarse de la oficialidad con la variación trascendentalista; luego la poesía urbana, under, cáustica y sórdida, desenfadada y crítica tuvo su empuje hasta hoy cuando conviven en excluyente armonía.

A hoy una nueva generación de narradores, en el marco de nuevos géneros o modalidades literarias como la ciencia ficción, la fantasía y el relato fantástico, explora rutas y orientaciones interesantes, mientras que algunos de la anterior camada pretenden dirigir el paso. Estos narradores deben pulir y trabajar más en la producción y estructura del texto, en el arte y el oficio de la escritura. Dan sus primeros pasos y deben también mejorar en la originalidad y novedad de sus escritos, porque muchos son refritos y lugares comunes a partir de la influencia de esos géneros en inglés. Destaca Jéssica Clark, Laura Quijano, Daniel Garro y hay escritores que han escrito en otros géneros pero ahora lo intentan también en estos. También es de notar el empuje de la novela negra, policiaca y otras modalidades similares.

En poesía algunos y algunas han logrado aprender de tirios y troyanos, y logran alcances importantes a nivel internacional, ganando premios mesoamericanos o centroamericanos en todas las tendencias: Luis Chaves, Rónald Bonilla, David Cruz, José María Zonta son ejemplos, nunca los únicos y no necesariamente los más destacados.

Sin embargo, en un contexto informatizado y globalizado del libro electrónico, la internacionalización de estos nuevos grupos parece lejana, a pesar de la Internet. Mientras tanto, entre mediocres, élites y pleitos sobre quién logró vender los 300 ejemplares de rigor para considerarse escritor, la literatura nacional sigue invadida por argollas y mezquindades. Así, es poco posible que alguien trascienda en un espacio de visibilización al menos nacional. Y a nivel internacional ya hace rato que nada destaca notablemente, excepto por las publicaciones de José León Sánchez, quien a sus 84 años publica su última novela, en sus palabras, y luego un libro de ensayo investigativo titulado "Los nudos del Diablo".

Quizás olvide algo, pero muchos estarán de acuerdo conmigo en que estas últimas décadas de literatura en Costa Rica son, a pesar del Internet, dos décadas dormidas en cuanto a proyección hacia afuera.