domingo, 27 de junio de 2010

Libros costarricenses, el inicio con la lectura y viejos amores

¿Dónde le nació la lectura a usted? En un comentario de mi buen amigo Gustavo Araya, esposo de quien fuera mi mejor amiga de la carrera de Ciencias Políticas de la UCR, Cristina Vinocour, él hace un recorrido por su orígenes como lector, desde lo familiar hasta sus maestros. Esta referencia al inicio de lector de cada uno de nosotros nos puede llevar a conclusiones honestas sobre el problema de la lectura en el país. Sígame, espero no abandonarlo hasta el final.

Yo no tuve un buen maestro la verdad, no tengo uno que valiera la pena por lo menos recordar. Recuerdo una que me voló un "borradorazo" con tan pésima suerte que me lo capeé y entonces la pobre niña que estaba detrás de mí sufrió una cortadura en su boca. Es triste pero cierto, lo mío fue innato, descubrí los libros, la lectura, el pensamiento y me enamoré de ellos más que de cualquier mujer que me haya topado en la vida hasta hoy. Una vez un amigo con raíces aborígenes de Coto Brus me enseñó su biblioteca personal, una habitación humilde con cuatro paredes rodeadas de libros, sobre los tucos de las paredes, apenas contenidos por una cuerda de pescar y con la portada de frente. Nunca olvidaré ese día, fue como si descubriera el mar. No recuerdo siquiera que el mar me haya impactado tanto la primera vez que lo vi.

Mi familia es toda de campesinos que le han rehuido al conocimiento y la educación. El único universitario soy yo, espero que pronto un primo que aprecio mucho, músico y gran persona: Jason Aguilar. Dos o tres con bachillerato, nada más. Los libros me llegaron por casualidad, los curioseé y me capturaron, no hubo influencia de nada ni de nadie, excepto del amor que también descubrí en otros, como mi amigo Gerardo Cascante, el dueño de lo que fue para mí un paraíso en medio de cafetales y potreros (aquella mágica habitación con libros), hace unos 25 años. ¿Entonces de dónde salgo, de dónde salimos?

En mi caso, el que conozco, tiene que ser algún gen retrasado, un eslabón perdido (medio broma y medio en serio), porque no hubo ni siquiera en la universidad quien me motivara el amor por los libros. Todos los amantes de libros que conozco aparecieron luego de mis 30 años. ¿Entonces? ¿Soy un caso particular, fuera de la media aritmética?

Puede ser. Les voy a decir que en realidad sospecho que la culpable de mi amor por los libros y la literatura es la Editorial Costa Rica. Sí, puede sonar iluso, pero en mi tiempo de crecimiento lector (ochentas) esa casa editora hacía las cosas muy bien, porque al menos en ese tiempo los libros llegaban hasta un pueblo alejadísimo llamado Sabalito de Coto Brus. Y yo tenía acceso a ellos. Y eran muy baratos y teníamos escritores que nos engolosinaban, que capturaban nuestras fibras humanas: José León Sánchez, Joaquín Gutiérrez, Fabián Dobles, CALUFA, Debravo, Gagini, Salazar Herrera, Adolfo Herrera, los universales y algunos más. Tampoco se me olvida la vez que, yo de unos 14 años, enviaba cartas a embajadas y editoriales pidiendo libros ¡y me enviaban! Libros y folletos de otros países, ¡conocía el mundo sin Internet! Me sabía además el mapa del mundo, sus banderas, capitales... Una vez quise preguntar a la ECR cómo ser escritor y fue Habib Succar, ahora amigo entrañable en la lucha cotidiana, quien se molestó en escribirme una carta con recomendaciones. Y me asignaron a Jorge Charpentier para ponerse en contacto conmigo. Me llamó una vez al teléfono público administrado de mi pueblito: San Rafael de Sabalito, el único teléfono en 10 km a la redonda. Apenas pude hablar con él porque el teléfono estaba chocho y no tuvo más paciencia conmigo, no me llamó más. Luego yo fungí como Difusor Cultural de la ECR, el que fuera el puesto de Habib Succar en aquel 1987 creo. Años después el mismo Habib, siendo Gerente de la ECR me contrató como difusor, en diciembre de 2003. Tenía ya 30 años.

Todos tenemos nuestra historia con la lectura. La ECR fue pilar en mi desarrollo como lector y escritor, en aquel tiempo. Ahora es solo un remedo de esa vocación de los ochentas que conocí.

El punto es que si no tenemos maestros como los tuvo Gustavo, padres ilustrados que nos hagan enamorar de la lectura, al menos tenemos instituciones dentro de un sistema social de bienestar que genera posibilidades. En la actualidad todos esos elementos están de capa caída. Los hijos dependen de los padres; escasos en su amor a la lectura, de los maestros; formados para enseñar a memorizar por un sistema educativo que los aprieta en requerimientos, mucho menos pensar en editoriales con sentido social. Lo comercial priva. La lectura es solo útil para estudiar en la U, para defenderse en el medio competitivo de la actualidad, no un encuentro con el disfrute y el conocimiento.

Mientras eso siga así, todo dependerá de las personas, de su actitud hacia la lectura. De los padres, de los maestros de verdad, de los lectores innatos.

Les dejo unas preguntas abiertas para terminar: ¿podríamos al menos pensar en qué pasará con ese 25% de pobreza del país, sin acceso a los medios de aprendizaje verdadero, más que a la lectura de la Extra o la Teja? ¿De verdad podría Leonardo Garnier como Ministro, o cualquier autoridad preocupada modificar ese panorama?

¿Cuál es su historia de encuentro con la lectura?

domingo, 20 de junio de 2010

Libros de lectura, educación, literatura y ensambles confusos...

La polémica por los cambios en los libros de lectura me encuentran con una realidad diversa que no todos han querido o podido ver. Sí, no solo se trata de los títulos de los libros que se incluyen como "sugeridos", sino que el problema de la lectura es mucho más serio y necesita que miremos mejor el panorama.

El Consejo Superior de Educación, no el MEP y no necesariamente don Leonardo Garnier, decidió hacer cambios drásticos, de eso no hay duda. Pero cada uno con su lupa: mientras el derechista medio La Nación resalta que los "Estudiantes de quinto año ya no deberán leer el Quijote", el diario digital de izquierda ElPaís.cr se enfoca en la eliminación de Mamita Yunai de las lecturas.

El tema con "Mamita Yunai" es que la realidad que enfoca no ha cambiado mucho en los grandes plantíos del Caribe costarricense, aunque nos hagamos de la vista gorda siempre, de manera conveniente. En cambio, cuando hablamos de "El Quijote" estamos de frente a muchas vacas sagradas (como Julio Rodríguez) que resienten una realidad inexpugnable: el estudiantes actual no lee, mucho menos un texto con la variación lingüística de un texto del "Siglo de Oro Español". Igualmente, diga lo que diga un libro, sea cual sea su mensaje ideológico, el problema de la lectura no se arregla ni un poquito con solo cambiar libros.

Se requiere, lo he dicho mucho, una reforma inteligente y eficaz tanto a nivel curricular como en las bases teórico-metodológicas de la enseñanza, de ese manoseado proceso enseñanza-aprendizaje. Y no hablo en chino, es sencillo en realidad, se trata de modificar los programas y los presupuestos del cómo enseñamos a los estudiantes en la actualidad. Por ejemplo, reforzar la lectura es beneficioso para TODOS los aprendizajes y en eso estamos fatal. Incluso me arriesgo a decir que debe haber una materia llamada LECTURA comprensiva.

Asimismo, otras como LÓGICA y RAZONAMIENTO crítico, ambas acompañadas de una también fuerte denominada VALORES. "Asignaturas" que pueden enseñar herramientas para el aprendizaje, más que el aprendizaje mismo. Un joven que tiene afición por la lectura SABRÁ MAS cada día, y aprenderá mucho más, que cualquier otro, en todas las materias. Y si tiene pensamiento lógico y crítico, podrá aún más, desenvolverse en cualquier área del conocimiento humano. Una reforma curricular es vital en estos momentos, pero acompañada de un programa eficaz y cierto de capacitación docente, que entusiasme primero a los mal formados profes que tenemos, sin duda ellos lo harán con los estudiantes.

La lectura es el ejercicio mental más útil y entretenido que existe, el estudiante, el padre y los docentes deben comprender que la lectura no es solo para aprender cosas y memorizarlas, sino para acceder al conocimiento en cualquier momento de la vida. Esta actitud, este valor, debe "introyectarse", introducirse en el colectivo de valores educativos.

Si me preguntan que "Mamita Yunai" debe estar en la lista, sin duda así lo creo, pero si me pregunta por "El Quijote" pues la verdad no lo creo. Este segundo libro es una obra que debe descubrir un universitario, leerse quizás en Humanidades de las universidades que las tienen, que tenga la madurez intelectual para darse cuenta que lee algo de hace siglos, y en un idioma y en un contexto disímiles al nuestro.

Pero no nos rasguemos las vestiduras por ello, porque el problema es más de fondo, o quizás más sencillo: si tenemos más jóvenes aficionados a leer, entonces en verdad leerán Mamita Yunai (y cientos más), porque ahora NO LO ESTÁN HACIENDO. Es una gran ficción pensar que los muchachos se llevan el libro y lo leen. Medio leen resúmenes y en la mayoría de casos ni eso, solo memorizan el autor, los personajes principales, el argumento (trama), los espacios, el tiempo y datos que olvidarán al día siguiente. Solo lo hacen unos pocos, contados, cuyas familias los incentivaron o tuvieron la curiosidad natural, porque en la secundaria más bien son ahuyentados de la lectura. Triste, pero real.

Las lecturas obligatorias, ahora sugeridas, solo benefician a las editoriales que los publican y, un poco, a los autores que las escriben. Nada más. Todo esto lo digo a raíz de casi 15 años de experiencia docente en colegios privados y públicos, pésimos, malos y buenos, así como escritor, amante de los libros y la literatura, e incluso como promotor cultural.

La educación debe ser más realista, crítica, lógica y estética, menos al estilo de don Frutos (Mi madrina, ¿recuerdan?), "la letra entra con sangre dentro". El conocimiento solo es una cosa: disfrute para toda la vida.

martes, 8 de junio de 2010

Reductos literarios del aprendizaje

Escribir es mágico, pero enseñar algo de cómo escribir, es impresionante, tanto para el que se supone instructor, como para quien se supone estudiante.

Cerca de los 4 años del programa de Talleres de CulturaCR.net, solo sé decir clichés, lugares comunes, frases trilladas, sobre todo lo discurrido en ese período. Sin embargo, hay ejercicios de honestidad intelectual que siempre externo. Tal vez puedan ser clichés para algunos sabihondos, pero que han ayudado a mucha gente a expresarse literariamente, incluido el escribidor de estas líneas.

Uno de esos "clichés" es que ojalá yo aprendiera bien todo lo que enseño.

Enseñar es un arte, más que crear en algunos momentos, desprenderse de sí mismo, sin egoísmo alguno, y someter todo lo que sabes a los demás, puede ser incluso más satisfactorio que haber creado lo tuyo propio. Y no me refiero al ejercicio de humildad, sino al del placer de poderle transmitir a otros lo que sabes, ese placer es mayor, porque se desprende de la soberbia y la arrogancia del comerciante privado de sí mismo.

El escritor que conozco calla ante mí, se tiene tanto miedo que oculta lo que sabe, porque le represento una competencia directa. El "instructor" que conozco adoctrina, más que enseña.

Intentar todos los días darse entero, con secretos y "mañas" incluidas, es un ejercicio de aprendizaje que me satisface incluso más, en muchas ocasiones, que escribir la obra genial que -de paso- no tantos apreciarán.

De todas maneras uno siempre espera que haya oportunidad de crear algo mejor y mejor, sin estar pendiente de los redondeos itinerantes de la literatura...

martes, 1 de junio de 2010

Hábitos modernos desagradables y personajes narrativos

Siempre les recomiendo a mis estudiantes del Taller de Escritura Creativa de CulturaCR.net que no olviden cargar una grabadora o al menos una libreta de apuntes, pero soy un profesor que no cumple sus reglas. La observación del escritor es a veces tan fina y disímil a cada contexto que siempre es difícil capturarla en toda su esencia. Eso quizás sea el detalle íntimo que puede hacer una obra exitosa o de calidad, o no.

En la vida moderna nos enfrentamos a hábitos y costumbres muy desagradables que son interesantes gérmenes de cultivo para personajes narrativos o incluso poéticos. Enfrentarlas con capacidad de observación más que de desagrado es la labor del escritor, cada actitud humana tiene aspectos o aristas diversas y que pueden entenderse desde lo positivo o negativo, desde lo optimista o pesimista, casi siempre al final depende de lo que nos guste en realidad. Los "escritores de lo negativo" quizás prefieran destacar ese lado de la conducta humana, pero es inevitable que exista la antítesis. Al final depende de qué no guste o no, de qué prefiramos o no.

Yo particularmente aborrezco el hábito moderno de mucha gente que no te contesta los mensajes (de texto, de correo electrónico, etc.) que le envías, ni siquiera para decirte respetuosamente que no a una petitoria. (No incluyo aquí mensaje masivos, sino personales). Prefiero un no educado que un silencio. Para mí es determinante incluso a nivel de relaciones profesionales o personales ese curioso detalle. Por supuesto, es una preferencia a nivel personal, pero también es una forma de explicar algún tipo de comportamiento de un personajes, tanto el mío por rechazar esa conducta silenciosa como de quien, por razones que no veo positivas, prefiere evadir la respuesta. Y claro, sé también que un silencio es muchas veces un no, pero igualmente me sigue disgustando, prefiero a la gente de frente, equivocada o no, contraria a mí o no.

Como el caso anterior observo todos los días situaciones así. Lo importante no es aislarse de ellas como escritor, sino conquistarlas, observarlas con cuidado, incluso estudiarlas, para hacerlas propias de nuestros personajes, de su caracterización. No es un secreto, es un conocimiento para tener vigente como escritor.