lunes, 30 de diciembre de 2013

Los techos de la literatura costarricense en la actualidad y soluciones

Uno lee con tristeza cómo lectores costarricense dicen: "El problema es que los escritores ticos solo escriben cosas horribles o incomprensibles". Otros resienten la ausencia de temas y tratamientos interesantes, solo algunos, muy pocos, admiten calidad y se dejan encantar por la obra nacional. Yo creo que, según lo observado en las últimas décadas, el gran problema de la literatura costarricense pasa por la carencia de buenos lectores, pero también por su incapacidad para ganárselos. Debemos reconocer que las culpas acumuladas siempre son compartidas.

Por un lado, algunos escritores ticos escriben bien mal, de manera aburrida o bien infumable, y poco les importa, porque su afán es hacer catarsis literaria, más que ser leídos; es decir, su fin es egoísta al dedicarse a escribir. Y como tienen la argolla necesaria, pues salen publicados. En el mar de libros que conforman la literatura costarricense, muchos de estos libros producto del descuido toparán con lectores primerizos que, después de haber soltado un clásico o un best seller -ambos con ventaja-, se acercan a estas lecturas. La imagen de la literatura nacional queda ahí inutilizada.

Por otro lado, buenos escritores, preocupados por ofrecer libros de calidad y que gusten, se dan a la tarea de acercar sus libros a la gente, pero se topa con cerca: no hay una adecuada y ambiciosa promoción y comercialización de los libros que se producen. Asimismo, aunque la comercialización fuera medianamente exitosa y esforzada, subyace el otro gran problema: el costarricense no lee (y así lo demostró la primera Encuesta Nacional de Cultura hace dos años). Los escritores siguen aquejando que después de publicar sus libros estos pasan a engrosar las bodegas de las editoriales estatales.

En consecuencia, la literatura y la empresa librera en Costa Rica subsiste por dos razones: 1) las editoriales del Estado son subsidiadas, de lo contrario no podrían existir (la Editorial Costa Rica, por ejemplo, gasta 450 millones por año para poder lograr 31 nuevos títulos); 2) las editoriales privadas hacen un gran esfuerzo por vender y hacen tirajes pequeños, que les garantizan pronto retorno de la inversión, además de que algunas ofrecen otros servicios de impresión para acompañar la edición propia.

En Costa Rica, los dos grandes temas a resolver en el tema del libro y la literatura son: lectura y comercialización. Y ambos problemas requieren una acción de conjunto, decidida, al nivel de proyecto país. Ahora que estamos en elecciones, aquí dos propuestas en este sentido.

Este país necesita, con prontitud y urgencia, un Plan Nacional de Promoción de la Lectura (PNPL) (que involucre entidades públicas y privadas: MCJ, MEP, Conare, Cámara del Libro, librerías, medios de comunicación, editoriales, promotores culturales, centros culturales, entre otras), es decir, que no sean esfuerzos aislados como hasta ahora. Este Plan Nacional de Lectura debe pasar por el tamiz de las experiencias que se tienen, pero ante todo debe articular una propuesta articulada y bien estructurada que ponga a miles de personas en contacto con el libro, la imaginación y, ojo aquí, la posibilidad de comprenderlo. Se requieren cursos para enseñar a leer literatura, aunque suene rato; hablamos de talleres de promoción de la lectura que enseñen claves para el adecuado acercamiento a los libros y su disfrute. Se requiere promoción mediática y actividades a lo largo y ancho del país, se requiere comprometer a los docentes interesados del MEP y se requiere capacitarlos para que ellos mismos apliquen técnicas de lectura en sus aulas, entre muchas otras acciones puntuales.

Asimismo, hace rato viene siendo primordial un Plan Nacional de Ferias y Festivales (PNFF) que acuerpe, organice y coordine las ferias libreras del país durante el año (igual, con MCJ, MEP, Cámara del Libro, librerías, promotores, municipalidades, editoriales, medios, patrocinadores y demás) y cree festivales interdisciplinarios del libro, por ejemplo, un "Festival del Libro" en abril, que incluya teatro, cine, música, danza, cuentacuentos y actividades que se sustenten en libros. Este plan debe incluir la Feria Internacional del Libro, así como ferias regionales, primero en los cantones principales: Pérez Zeledón, San Carlos, Liberia, Puntarenas, Nicoya, San Ramón, Palmares, Heredia, Sarapiquí, Turrialba, Limón, Pococí, entre otros. Luego se deben ir incluyendo otros cantones, todo articulado con las municipalidades y asociaciones de desarrollo o, en su defecto, con organizaciones comunales de cultura.

Con estos planes todos los involucrados se verán beneficiados, desde el librero -que ya no ve clientes llegar a sus tiendas- hasta los profesores del MEP, quienes verán a corto y mediano plazo mejores estudiantes, leyendo y aprendiendo incluso por sí mismos.

Pero se ocupa presupuesto y se ocupa que esto sea parte de un proyecto país, es decir, que se apoyado por un gobierno desde arriba. Se ocupa acción política. Ojalá el próximo ministro o ministra de Cultura escuche estas propuestas, pero que además tengamos un Presidente que le dé prioridad. La lectura no es solo un negocio para editores, menos aún para escritores, la lectura y el libro son el ejercicio intelectual para mejorar a la población, una manera eficaz de educar y educarse.

jueves, 5 de diciembre de 2013

La piel sí miente (un cuento de mi nuevo libro "Eroscopio")

La piel sí miente

            Cuando aprobaron con rango de Ley de la República que cualquiera podría andar desnudo por las calles y recovecos del país, no solo se empezaron a saturar las fronteras con inmigrantes sedientos de lujuria visual, sino que se formaron dos grupos polarizados en los lugares públicos: los desvestidos y los vestidos.
            Unos siguieron alegando  todas las razones que ya estaban en el ideario político y jurídico del país y que habían sido usadas para lograr el derecho a caminar en bolas y tetas donde quisieran; los otros hicieron uso de su derecho cristiano a taparse la vergüenza, y la comodidad de la ropa.
            Por las calles de San José iban unos sin ropa –habitualmente en verano- y otros con ella, pero no hubo puntos intermedios. Nos acostumbramos a mirar en la heterogénea de colores y formas de la vestimenta tradicional, también manchas humanas de color piel. Entre las amigas, una o dos se dejaban lucir su órgano más extenso; los hombres mejor dotados –como sucedía también con ellas- no tenían previsión alguna para donar a la vista su paquete de piel flácida, falo y vellosidad.
Muchas de ellas eligieron carecer del vello púbico y dejaron solamente como hito de la estética su cabello. Un grupo más reducido de rebeldes  emocionales optaron por eliminar todo rastro de desecho celular de su piel. Otros convirtieron su piel en un extenso tatuaje que al final quedaba en una mancha negra encima de un cuerpo pálido, que en las calles podía verse como pinto, como un mapa de sí mismo.
De repente, empezamos a ver bodoques de piel cargando estuches con violines, chelos, libros, maletines, bolsas de compras o salveques de diversas formas, colores y tejidos. Los agregados para cargar cosas se convirtieron en los símbolos de la moda.
También la moda afectó la presentación de la piel, los genitales fueron depilados sin piedad. En algún tiempo, fue lo contrario, había tendencias y épocas para todo.
A los meses comprendí que nada cambiaba, excepto que yo ahora salía ilusionado con encontrarme alguna muchacha en minifalda de vuelos, ojalá de mezclilla firme o de seda que se desplegara por las curvas de una cadera bien puesta, y con una blusa de tirantes que dejara anunciar solamente la silueta gravitatoria de unos senos imaginables.

Poco después me puse la ropa y escogí tener orgasmos de nuevo.

Este cuento pertenece a mi más reciente libro "Eroscopio". Si desea leer el libro completo puede adquirirlo en:
1. Librería Universitaria, San Pedro de Montes de Oca.
2. Librería Duluoz, Barrio Amón, San José.
3. Envío por correo electrónico, previo depósito: ventas@culturacr.net.
4. Comprar libro en versión electrónica en Amazon: http://www.amazon.com/dp/B00GIAVSGG

® 2013. Derechos reservados. Geovanny Jiménez Salas, cc Geovanny Debrús Jiménez.

jueves, 15 de agosto de 2013

Las lágrimas del vientre (CUENTO)

(Les comparto este cuento que forma parte de un libro de cuentos cuyo título preeliminar es "Urbanoides", posiblemente sea publicado en 2014. Si les gusta no duden compartirlo)

Lo primero que noté cuando todo empezó fue que ella decidió cortarme las uñas de las manos.

-          He pensado que nunca te he cuidado como debe ser, ¿sabés? Y uno nunca sabe cuándo es tarde, uno nunca sabe cuándo detenerse a pensarlo y corregir –me dijo con la mirada perdida en algún punto de la pared.

      Se me acercó, después de terminar su labor con mis largas uñas de la mano, y me dio un beso. Supe que estaba muy nerviosa por su mal aliento; tendría el estómago hecho un nudo de ansiedad y acidez descontrolada. Siempre le pasaba lo mismo, la conocía bien.

   Ella no era una mujer cariñosa conmigo, nunca lo había sido; era impensable para mí antes que ella de repente se sintiese con el deseo de cortarme las uñas, darme un beso tierno en la mejilla o, como hizo unas horas después, acercarse e incluso peinarme un poco. A mí nunca me había gustado peinarme, me gustaban las mechas libres, pero ella era obsesiva con eso; durante años su víctima había sido nuestra hija.

   Ella tampoco había sido servicial conmigo, rara vez movió sus lindas manos para servirme un café, servirme la comida o limpiarme unos zapatos, ni siquiera lavarme la ropa; yo tenía que hacerme todo eso siempre.

     -          Yo no soy su criada, ni lo crea –me había dicho repetidas veces, posicionándose claramente en sus intenciones.

   Me sorprendí entonces cuando unas horas después ella quiso ponerme los zapatos de charol más finos que yo tenía, perfectamente limpios y embetunados.

   Pero a mí no me interesaba nada de eso, ni de ella ni de ninguna mujer, yo siempre había hecho mis cosas, desde que estuve en la universidad y luego cuando viví solo durante muchos años, como un soltero común, uno más incorporado a la Población Económica Activa, uno más con días buenos y otros malos. Muy pronto me pidieron dar clases de cursos básicos de economía en una universidad privada de bajo nivel, y aunque no me agradaba hacerlo ahí, la docencia me pareció entretenida. Fue cuando la conocí, fue mi alumna en dos cursos.

   Un día nos encontramos en un bar, ella me cautivó con su vestido de chifón transparente que apenas le cubría lo necesario para no alterar la moralidad conservadora y de doble cara de nuestros tiempos. Desde ese mismo día me dejó claro que no sería tierna, ni cariñosa, ni servicial, ni atenta por mí; pero se acercó a la barra para preguntarme:

   -          Dicen que los profes de la U son muy solitarios, ¿es cierto?

   -          No lo creo, quizás solo están esperando inteligentemente la compañía adecuada, sin desesperarse para cometer un error –le contesté, sin creérmelo mucho.

   -          Entonces podré acompañarlo sin duda alguna –me dijo sonriendo mágicamente, como nos sonríen todas al principio o quizás como sentimos que nos sonríen todas al principio.

   Le asentí con la mirada y lo demás ha sido historia.

   Ya hace años que no me sonríe, mucho menos manifestarme alguna emoción fuerte. Toda su vida es un misterio, no sé de sus tristezas; no llora frente a mí, ni de sus preocupaciones; no me habla de lo que le importa, ni de pasiones; nunca manifiesta sus emociones frente a mí.

   En los últimos años ha sido cada día más difícil, su evidente rechazo de mis caricias furtivas, su desinterés en abrazarme por las noches, buscar un momento de placer o incluso su total apatía al verme desnudo, o que yo la vea, me han ido demostrando que ella se aburrió de mí.

   Pero ahora me tiene desnudo, me está limpiando muy bien con perfumes cuya procedencia desconozco y llora desconsolada mientras me reitera:

   -          He pensado que nunca te he cuidado como debe ser, ¿sabés? Y uno nunca sabe cuándo es tarde.

   Luego me abraza y llora desde el vientre –lo noto porque nunca lo había hecho así-, ahora de repente ha recuperado todo su interés en mí, mientras me viste, poco a poco, con mi traje negro más fino. Me pasa tiernamente la mano derecha por el mentón y la mejilla, mientras me mira de frente, al fin, y una lágrima suya cae sobre mi álgida boca.

jueves, 27 de junio de 2013

Breve historia de la literatura costarricense en dos platos

La literatura costarricense empezó con tímidos pero talentosos bosquejos a finales del siglo XIX y principios del XX. El maestro y difusor cultural Joaquín García Monge, el ingenioso Carlos Gagini, el talento de Roberto Brenes Mesén y otros costumbristas.

Luego vinieron asombrosos y naturales talentos a mitad de siglo pasado, amparados en el comunismo costarricense y en el marco de la Huelga Bananera del 36 y la Guerra Civil del 48. Carmen Lyra, Carlos Luis Fallas, Luisa González y otros; ellos abrieron inspiraciones y derroteros a una camada de brillantes que, con la apertura de la ECR, lograron proyectarse incluso más allá de las fronteras y ser traducidos en países remotos y cercanos, con ediciones en países latinoamericanos y contactos con lo mejor del boom latinoamericano y del modernismo poético. Hablamos de Joaquín Gutiérrez, Fabián Dobles, Yolanda Oreamuno, José León Sánchez y Carlos Salazar Herrera, entre otros.

Luego vino una generación narrativa que pensó apropiarse de la elocuencia, encanto y posición de los anteriores, montarse en ese tren, pero no trascendieron y aún dan manotazos de ahogado, no cruzaron las fronteras con algunas breves excepciones. Para no herir susceptibilidades, lo invito a poner sus propios nombres.

La poesía tuvo un empujón de talento y encanto desde Turrialba, hasta apropiarse de la oficialidad con la variación trascendentalista; luego la poesía urbana, under, cáustica y sórdida, desenfadada y crítica tuvo su empuje hasta hoy cuando conviven en excluyente armonía.

A hoy una nueva generación de narradores, en el marco de nuevos géneros o modalidades literarias como la ciencia ficción, la fantasía y el relato fantástico, explora rutas y orientaciones interesantes, mientras que algunos de la anterior camada pretenden dirigir el paso. Estos narradores deben pulir y trabajar más en la producción y estructura del texto, en el arte y el oficio de la escritura. Dan sus primeros pasos y deben también mejorar en la originalidad y novedad de sus escritos, porque muchos son refritos y lugares comunes a partir de la influencia de esos géneros en inglés. Destaca Jéssica Clark, Laura Quijano, Daniel Garro y hay escritores que han escrito en otros géneros pero ahora lo intentan también en estos. También es de notar el empuje de la novela negra, policiaca y otras modalidades similares.

En poesía algunos y algunas han logrado aprender de tirios y troyanos, y logran alcances importantes a nivel internacional, ganando premios mesoamericanos o centroamericanos en todas las tendencias: Luis Chaves, Rónald Bonilla, David Cruz, José María Zonta son ejemplos, nunca los únicos y no necesariamente los más destacados.

Sin embargo, en un contexto informatizado y globalizado del libro electrónico, la internacionalización de estos nuevos grupos parece lejana, a pesar de la Internet. Mientras tanto, entre mediocres, élites y pleitos sobre quién logró vender los 300 ejemplares de rigor para considerarse escritor, la literatura nacional sigue invadida por argollas y mezquindades. Así, es poco posible que alguien trascienda en un espacio de visibilización al menos nacional. Y a nivel internacional ya hace rato que nada destaca notablemente, excepto por las publicaciones de José León Sánchez, quien a sus 84 años publica su última novela, en sus palabras, y luego un libro de ensayo investigativo titulado "Los nudos del Diablo".

Quizás olvide algo, pero muchos estarán de acuerdo conmigo en que estas últimas décadas de literatura en Costa Rica son, a pesar del Internet, dos décadas dormidas en cuanto a proyección hacia afuera.

lunes, 18 de febrero de 2013

Un Premio García Monge a "Informe 11 las historias" muy cuestionable

El Premio Joaquín García Monge a la promoción cultural, en esencia, fue creado para incentivar aquellos esfuerzos de una persona en ese sentido, es decir, para estimular esfuerzos en la divulgación de los valores culturales costarricenses. García Monge así lo hizo con la literatura desde la maravillosa vitrina de su Repertorio Americano, una revista latinoamericana progresista para su época; con mucho esfuerzo, con pocos recursos y con el deseo de dar a conocer a los talentos de las artes literarias y visuales. En esencia este no es un premio meramente periodístico.

La ley de Premios Nacionales (creada en 1961) dice que este reconocimiento se dará "a quien haya realizado, dentro del país o fuera de él, una labor de divulgación y promoción de los valores culturales costarricenses, por medio de la prensa, la radio o la televisión, o bien una labor educativa en cualquiera de esos medios dentro del país".

Este año un jurado formado por los periodistas Lorna Chacón, Rocío Álvarez y Boris Ramírez decidió darle el premio para el 2012 al programa "Informe 11 las historias", situación que varias personas han considerado desacertado por varias razones. Me uno a esa reflexión y expongo a continuación las inconsistencias del caso:

1) Aún cuando en años anteriores algunos jurados decidieron darlo a entidades, la ley dice que el premio debe darse "a quien" no dice "a quienES". Sin embargo, premiar entidades o programas últimamente se ha vuelto usual: Canal 15, Radio Universitaria (con ella se inicia la moda desde 1992), programa Café Palace, programa de producción audiovisual de la UNED y ahora Informe 11. En esencia, no molesta que un programa o entidad que promueve y da a conocer la cultura sea premiado, pero en este último caso hay otras inconsistencias:

2) El García Monge es un premio para quienes divulguen la cultura como actividad principal, no como rebote, es también parte de su esencia. Premiar un programa que se encuentra por rebote a la cultura en busca del raiting popular, que se centra en lo chabacano y que no tiene cuidado ni investigación de los significados culturales, es premiar a una cultura de lo pueril, de lo mediático y de lo fácil, más que una cultura de la reflexión, del análisis y, muy importante, del ideal para el verdadero desarrollo social y cultural de un país. No rechazo, en lo absoluto, el folclor y lo popular, pero considerar cultura solamente a lo folclórico es considerar a la cultura un valor agregado del turismo para anglosajones. Un ejemplo de lo dicho con respecto a "Informe 11 las historias" fue la "cobertura" del "Juego de los Diablitos" en Rey Curré; ahí estuvimos y vimos al personaje conocido como "El Galán" haciendo uso de lo más burdo del entendimiento popular sobre nuestras tradiciones culturales indígenas: su apreciación de los diablitos fue de unos seres malos y cargados de esa aura de temor, aún cuando la tradición más bien quiere dar a conocer que son los diablitos (paganos contra los españoles de la conquista genocida) quienes deberían ser vistos como los buenos y quienes al final logran sobrevivir y triunfar ante el toro. Pero ahora gracias a "Informe 11 Las Historias" la gente entiende que los diablitos indígenas son los malos, reproducción del prejuicio arraigado en nuestra cultura xenofóbica. ¿Investigaron un poquito antes de irse para allá, entendían de qué se trataba esta tradición, REALMENTE les importaba dar a conocer la cultura o la cultura es el útil para el raiting? Y eso sucedió solo una semana después de anunciado el premio de marras. Indignante.

3) En la línea de lo anterior y reforzando el criterio de que un programa como este reduce la cultura a lo simplón y trivial, agregamos lo que sigue. En esta misma línea, hago eco del comentario de Soren Vargas sobre el hecho de que el actor (Galán) hace su trabajo: “le toca dar la cara por empresas de comunicación que banalizan la profundidad cultural para convertirla en otra hamburguesa”. Y agrego este comentario del periodista cultural Eduardo Muñoz, quien opina que para este programa premiado “el acervo cultural es algo accesorio, pintoresco, curioso, inactual o folclórico, pero nunca dimensionado en el contexto en el que ocurre, como si lo hacemos los periodistas y promotores culturales. No critico que haya ese tipo de programa, lo que critico es que lo pongamos al mismo nivel de un Alfonso Chase, Carlos Morales, Dionisio Cabal y el Semanario Universidad, para mencionar algunos que si lo merecieron de verdad”. Por eso mismo, el argumento de Boris Ramírez, jurado, de que “Hoy día, los efectos virales de la masificación; los esfuerzos de la industria del consumo por crear íconos desde la mercancía y la debilidad en el apoyo a una política pública vigorosa, son factores que amenazan las manifestaciones culturales diversas de la identidad nacional” y que por eso se lo dan a Informe 11, es sencillamente tan incomprensible como incoherente. Asimismo, como cierre estamos claros de que este programa “es un claro ejemplo como la producción televisiva en un afán de no polemizar, sino solo de entretener, ignora intencionalmente el contexto, y reduce la nota sobre un acto creativo a la ´señora que se la juega pintando´, o ´al doncito que es un gato haciendo esculturas´, o ´la viejita cocinera”, como bien afirma Muñoz. Por eso tampoco es de recibo cuando Ramírez dice que "Informe 11 es un oasis en medio de la banalización que vemos en la televisión. Su formato televisivo refleja una importante capacidad de producción (que) aprovecha un espacio estético pleno de vínculos y significaciones sociales”, criterios que me siguen pareciendo incomprensibles.

4) El García Monge NO es un premio para valorar la calidad de la producción televisiva o audiovisual, o la propuesta periodística de un medio; es más bien para hacer feliz a un verdadero interesado en la cultura y que realiza esfuerzos por llevarla a muchos espacios, que la gente la conozca y la conozca adecuadamente. En este sentido, sobran a la vista ejemplos de galardonados anteriores: audiovisuales de la UNED, Evelyn Ugalde, Canal 15, Aurelia Dobles, Patricio Primus, Osvaldo Valerín, Manuel Delgado, entre otros. Como usted podrá apreciar en los argumentos del jurado y según lo que escribe el mismo Boris Ramírez, el formato televisivo es el componente central desde el cual se valora el supuesto aporte del programa. Es comprensible si nos damos por enterados que los decisores este año fueron 3 periodistas, uno del MCJ, otro del Colegio de Periodistas (Colper) y una tercera de la UNA (quien de paso no firmó el acto por ausencia ¿voluntaria?). Para premiar el esfuerzo del periodismo está el “Premio Pío Víquez” que da el MCJ, que también tiene un representante del Colper en el jurado. También está el conocido “Premio Vargas Gené” que emite el mismo Colper también. Incluso los alicaídos “Premios Áncora de La Nación” tienen una categoría de producción televisiva, en la que curiosa y acertadamente ganó, sí, Informe 11 las historias. Asimismo, si lo que se quería era premiar la difusión del folclor y la tradición costarricense entonces para eso existe en el mismo MCJ el “Premio de Cultura Popular Tradicional”, no el García Monge. La esencia del García Monge no es la de un premio al periodismo, es un premio a la cultura en primer lugar.

4) Los premios del Ministerio de Cultura fueron creados para estimular la cultura –así como la ciencia, pero no viene al caso- aportando un incentivo económico a proyectos relevantes para la difusión de la cultura, con ese espíritu fueron creados y así fueron entregados durante décadas. La razón principal de ser de ese estímulo es que fuera económico, por eso la Ley lo dota de 8 salarios base de un profesional 3 del Estado (que ronda los 8 millones de colones). Premiar un programa con capital transnacional y amplios recursos para su trabajo –buscar el rating- es como darle un premio económico del gobierno a Carlos Slim –el mayor millonario del Mundo- por su “valioso aporte” a las telecomunicaciones. Aquí, nuevamente, el García Monge pierde su esencia original y malogra fondos estatales –a no ser que el programa donara el premio a algún proyecto cultural realmente importante, y menciono el ejemplo del Proyecto Jirondai y su magnífico trabajo para la difusión del canto, la música y tradición cultural indígena, tanto dentro como fuera del país (como lo pide la misma Ley).

5) Asimismo, es importante decir que también es una pena que no se premie e incentive el esfuerzo que realizan los medios alternativos de comunicación, que sin recursos y en condiciones de pobreza –por no decir miseria en algunos casos- realizan un trabajo muy importante por amor a la cultura. También es importante considerar en el futuro al Movimiento de la Cultura Viva Comunitaria, que lleva cultura a comunidades mediante programas importantes como las peñas culturales.

5) Por último, el dar un premio cultural a un programa que “solamente se interesa por las historias positivas” reafirma esa visión explotada a nivel gubernamental del “país más feliz del mundo”, que le resta realidad y le quita –como ya dijo Muñoz- criticidad y veracidad a la cultura. La cultura es diversa, amplia, contradictoria, buena y mala, norte y sur, ecléctica, independiente y pasión también.

¿Qué no estoy de acuerdo por razones personales porque yo esperaba ganarlo, que mi razón tiene que ver con que rechazo a los medios masivos transnacionales? Eso sería reducir todos estos argumentos a lo personal y creo que no viene al caso, estas razones se sostienen por sí mismas.

Con todo el respeto que me merecen profesionales como Boris Ramírez y Lorna Chacón –quien ostenta ahora el cargo de Jefa del Despacho del Ministro de Cultura-, pero creo que este año, en palabras de “Hablando claro” –el programa de Vilma Ibarra y Boris Ramírez- habrá que aplicarles “la cajita blanca encharolada” a los jurados, con este desacierto cultural. De hecho, esta la primera vez en la que muestro desacuerdo con el otorgamiento de este premio.