sábado, 24 de septiembre de 2011

La cultura de élite o la élite de la cultura...

Acorde con un modelo político tradicional en el que unas personas se adueñan de las entidades culturales del Estado, como de otras no culturales, en la actualidad algunos jerarcas y burócratas prefieren actuar, como decimos en Costa Rica, "comer de a callado".

En el pasado, como ahora, camarillas se iban apoderando de las jefaturas y puestos de confianza, en relación con la amistad del ministro de turno, para beneficiar a sus también amigos. En un mundo donde algunos dicen, por absoluto desparpajo, que lo peor de las argollas es no estar en ellas, pareciera que este comportamiento es muy natural. No obstante, a todas luces, queda claro que esta manera de funcionar se llama tráfico de influencias, argolla y clientelismo político. No tiene otro nombre, y no puede ser positivo para la cultura de un país cualquiera, mucho menos de su sistema político, y de gestión social y cultural.

Los jerarcas debe rendir cuentas al pueblo, hablemos específicamente, al pueblo de la cultura costarricense. Deben informar de sus gestiones, de los artistas involucrados, las empresas, los constructos que se realicen; no ocultarlos hasta que ya sea demasiado tarde. Los jerarcas en cultura están acostumbrados a desenvolverse en el cuerpo de líneas de amistad y relaciones de afecto y de interés, que son acuerpadas por el Ministro o Presidente; sin embargo, en la actualidad el cambio de paradigma cultural se exige, en consonancia con el cambio de una visión país que implica, inevitablemente, el arribo de nuevas fuerzas políticas al medio nacional. Es necesario que la cultura asuma un rol decisivo en la construcción y crecimiento del país, no que siga siendo una cenicienta, pero esto requiere hacerlo, no solamente decirlo (como ha sido el caso del actual ministro). Y esa construcción requiere reorganizar entidades, articuladas entre sí, para que empiecen a trabajar en visión país, en visión cultura, en visión creativa, no en visión "mi grupo, mis amistades, mi gente".

Un nuevo paradigma cultural requiere, exige, que se presente una propuesta nacional de cultura que articule entidades del sector, que se base en hechos, no en discursos o en políticas que al final no se realizan. El presupuesto es una realización y la base para toda realización en cultura que se dignifique.

Servirse de la cultura o servir a la cultura desde el sector estatal, la base de todo cambio paradigmático, al menos que se piense en una reforma cultural sostenida desde una visión política, no gremial ni para salir del paso. Se requiere comprender, no solo entender, que los fondos y recursos de la cultura deben ser para quienes aporten mérito y calidad, diversidad cultural, proyección y difusión en las artes, balance cultural y la oportunidad de crear nuevos servicios y productos innovadores y creativos.

Un cambio en actitud que podría significar un cambio hacia muchos logros como una nación llena de cultura, arte, literatura y educación amplia, que indudablemente tendrá efectos maravillosos en todos los ciudadanos costarricenses.