martes, 1 de febrero de 2011

La más carnavalesca hoguera de vanidades: los premios nacionales

El tema de los Premios Nacionales es la más carnavalesca hoguera de vanidades que haya visto. Sé que tengo harta a mucha gente con el tema de marras y que muchos prefieren verlos de lejos y "no darles importancia", pero esta vez quiero ironizar un poco sobre el asunto.

Tres semanas, quizás un mes, antes de su anuncio toda la gente ligada al medio en literatura ya sabían el resultado de los tres premios Aquileo Echeverría que más dan de qué hablar en el gremio: novela, cuento y poesía. Un buen amigo me contó sin yo pedirlo, le prometí no decirlo y no lo dije, otro ya sabía pero no quiso decirme, un tercero simplemente me los chorrió sin reserva alguna, y un cuarto me dijo que le daba pena que el poemario de un poeta "x" no hubiera ganado. Eso sucedió entre la primera y segunda semana previa al anuncio en el CENAC.

Unos días después un conocido escritor, amigo de otro escritor que quería saber, me llamó; curiosamente, porque nunca me llama, para preguntarme si yo sabía algo: le dije que sabía pero que no lo podía decir, y no lo dije. Luego en una mesa cafetera, el otro escritor que quería saber y uno de los que sería a la postre ganador, me dijo que le importaba poco el premio, pero que anhelaba el contenido económico. Otros días después, el conocido mutuo me confirmó que eso lo decía porque en realidad ya sabía que él era ganador. La razón: él y otro buen amigo de la misma generación son muy amigos de uno de las jurados, hasta se criaron juntos. Como decía Dorelia Barahona hace unos días: en algo se gradúan los premios todos los años: en falta de transparencia.

La conclusión es notoria: todos hablan mal de los premios, pero a todos les apetecen por igual. Y no importa qué haya dicho usted antes sobre ellos, si se lo dan lo recibirá gustoso, excepto que sea Pilar Cisneros y se pueda dar el lujo de rechazar el Pío Víquez. También están los que han hablado tanto y tan mal de los consabidos premios, que cuando les toque -si eso pasa- callarán penosamente, o tendrán algún "criterio" novedoso para aceptarlo.

Además, resulta que para este año premiaron en cada categoría (cuento, novela y poesía) a dos libros, mientras el año pasado los declararon desiertos. Haciendo un cálculo sencillo, podremos ver que alguien, uno de los tres jurados -posiblemente- quería imponer DOS ganadores, en lugar de uno que suele ser, dicen las lenguas sueltas, la manera tradicional en que se dividen los géneros estos jurados: el jurado uno el de poesía, el dos el de cuento y el tres el de novela. Asunto resuelto y fácil, sin necesidad de deliberar ni defender consideraciones o argumentos; todo bien cocinado. Pero ¿qué pasa si una jurado o un jurado quiere premiar dos en diferentes géneros? Entonces lo hacemos parejo y listo: el jurado uno premia cuento y novela (los que quería premiar), el jurado dos premia uno de poesía y otro de cuento, y el tres los que faltan: otro de poesía y otro de novela. No puedo afirmar que así haya sido esta vez, pero ¿no le parece lógico después de esta coincidencia? ¿De un año que solo un libro valía la pena al siguiente cuando tenemos 6 libros? Saque sus conclusiones usted, yo no puedo afirmar nada, solo sospechar.

El vacilón no termina ahí. Si revisamos la encuesta de CulturaCR.NET notaremos que incluso hay una mayoría sostenida que cree que los premios deben quedarse como están. Habráse visto semejante descaro. Los PN necesitan ser reformados, de eso no nos queda duda, el problema es que quienes acometieron la tarea (la Dirección de Cultura y el Ministro Obregón) no tienen claro el norte que llevan (o lo tienen extraviado) y lamentablemente no se han tomado el tiempo de leer, analizar y articular las propuestas de la gente que sabe, que están en la red por todo lado, en lugar de convocar a reuniones en las que la gente no habla con la misma soltura y amplitud. Ellos insisten en su proyecto inicial, tan descabellado como Óscar Arias de torero improvisado, jugando "fútbol vaquilla" para ganarse unos billetitos.

Don Manuel Obregón, por ejemplo, me dijo que incluso piensan (especulan) con financiar a los jurados, en lugar de los premios, para que viajen por las comunidades y puedan ver la amplitud de obras concursantes. Me imagino, viéndolo así, que el jurado de literatura irá a las casas de los autores a conversar con ellos en lugar de leer sus obras... Le dije a don Manuel algo que no hemos visto con claridad: la dotación económica de un premio paradójicamente NO ES UN PREMIO, en la realidad es el pago por las cientos de horas de trabajo que ocupa un escritor para llegar a construir un buen libro (excepto que sea Camilo Rodríguez por supuesto). Y la suerte de ese pago le toca a uno (o dos como en este caso) de varias decenas de títulos presentados a la Dirección de Cultura. Por supuesto, si hablamos de teatro quizás la propuesta sea válida. Que se le pague al jurado, claro, también, una dotación por su trabajo, como corresponde.

No obstante, el sistema de jurados debe ser reformado radicalmente, no darles más poder y dinero para andar gastando, sino crear un sistema de elección de obras diferente, que incorpore avances tecnológicos (que no son caros), democracia participativa real, donde los lectores puedan opinar y votar, y muchas entidades ligadas a los medios (literatura, danza, teatro, música, etc.) tengan una verdadera participación.

En estos momentos, por ejemplo, el MAGÓN lo deciden 3 personas ligadas a la literatura (ECR, Asociación de Autores y Academia Costarricense de la Lengua) contra 2 de otros lados (MCJ y CONARE); por eso no es de extrañar que la mayoría de los MAGON hayan sido escritores en su historia. El MAGON incluso debe pagarse muchísimo mejor de lo que es ahora: 4 o 5 millones es una miseria para la labor cultural de toda una vida. Ese premio debería tener unos 20 mil dólares, al menos.

En la conferencia de anuncio le propuse a Obregón por qué no buscar cómo financiarlos, antes que ir por la salida fácil: reducirlos para no pagarlos. Él contestó, pero es claro que sin claridad y sin hechos concretos.

Entonces dejémonos de tonterías, todos queremos un premio nacional, todos queremos ese dinero y queremos ser reconocidos por nuestro esfuerzo, o al menos que se nos pague dignamente. Por eso decir que los premios son solo un estímulo y que lo económico no tiene importancia es falso. También lo contrario es falso, como dice el premiado.

Los Premios Nacionales deben ser financiados, reformados por supuesto (jurados, sistema, especificidad de cada área, etc.), y sobre todo mejorados, no destruidos. Deben ser financiados no con lo que hay, sino con más. Embajadas, otras entidades estatales como las editoriales en los de literatura, los museos, galería y teatros en los de teatro y artes, empresa privada, entre otros, están llamados a financiar este valioso esfuerzo. Un país que no estimula y premia el esfuerzo mazoquista del creador de arte y cultura, es un país sádico.

Incluso es preciso adecuar nombres de algunos premios, ¿por qué llamar "Aquileo Echeverría" al de Artes Plásticas si podemos llamarlo, qué sé yo, Felo García? ¿Por qué no dividir el de artes plásticas en pintura, escultura y arte contemporáneo, por ejemplo? Es decir, ampliémoslos. Y ante todo, busquemos los mecanismos necesarios para que esos premios sean dados por mérito. Incluso sancionemos o penalicemos a quienes los abusen.

Obregón dijo "El país le da a la cultura menos de lo que recibe de ella". Diay, pero ¿ahora el país le dará aún menos? Eso no tiene sentido.