Hace algún tiempo, una joven no tenía moda y vestía justo lo que la hacía bella. Me amó como se amaba a los 17 años en esa época: con entrega e ingenuidad.
Un sábado de mayo, como ahora, yo cursaba mi primer año de la Universidad de Costa Rica y ella me dio la sorpresa más impactante, no encuentro otro adjetivo, que yo haya recibido.
Para ese tiempo, saqué unos días y me fui para Sabalito de Coto Brus, aún mi ombligo me pesaba y tenía raíces en San Rafael de Sabalito, mi pueblo, mi "Tangamandapio con crepúsculos arrebolados". Además, ella estaba allá, deseosa por verme llegar, ilusa e ilusionada.
Ese sábado de mayo, esa muchacha decidió levantarse a las tres de la mañana (3 am), alistar un pequeño salveque con algunos artículos personales y, según la contraparte de la ingenuidad (yo), llegó a despedirme en mi regreso a San José, después de unos días visitándolos. El autobús salía a eso de las 4:30 am y llegaba a San José alrededor de las 10:30 am; 6 horas de viaje, nada más.
El baño de agua fría de las 3:15 am no había logrado despertarme, no aún, pero al verla llegar a la parada, 3 kms de "volar pata" previamente, ya no me quedó ninguna duda que estaba bien despierto. Ni siquiera la caminada de los 3 kms lo había logrado. Para llegar adonde pasaba el autobús para San José, en ese tiempo, a esa hora, teníamos que caminar esa distancia, que devorábamos en unos 15 minutos.
Inmenso, sobra decir que inolvidable, fue sentirla a mi espalda, siguiéndome, cuando yo iba subiendo al autobús, creyendo que ya me había despedido, finalmente. La nota es romántica, porque hay cosas que no pueden ser de otra manera.
Mi efímera novia, estuvo conmigo si acaso tres meses (un romance de verano quizás), sacó todo el día para acompañarme a San José; viajó conmigo las 6 horas solo para estar conmigo, para besarnos en la confidencia de un par de asientos de bus (con alguna vecina fisgona ojeando furtivamente), aventurando caricias nerviosas, cuidándonos la maltrecha puerta del sanitario en alguna de las únicas tres paradas que hacía el conductor, en su desesperada gula por consumir kilómetros.
Y cuando ya en San José la aventura terminaba para mí, luego de un almuerzo juntos en alguna sodita barata cercana al Mercado "La Coca Cola" y un paseo por algunas tiendas, a eso de las 2:30 pm, iba a dejarla a la horrible terminal de la empresa Alfaro (donde antes, por dicha no ahora, salían los buses para Coto Brus), donde a ella todavía le faltaban 6 o más horas de viaje en bus, de regreso a Sabalito de Coto Brus, donde todo había empezado; donde alguna vez tuve milagros.
Hace 20 años casi exactos y justo hoy lo recordé, para darme cuenta que el tiempo ha pasado, en verdad que lo ha hecho.
Aclaración: Este no es un cuento o un relato, es una anécdota personal, y así la comparto.
Un sábado de mayo, como ahora, yo cursaba mi primer año de la Universidad de Costa Rica y ella me dio la sorpresa más impactante, no encuentro otro adjetivo, que yo haya recibido.
Para ese tiempo, saqué unos días y me fui para Sabalito de Coto Brus, aún mi ombligo me pesaba y tenía raíces en San Rafael de Sabalito, mi pueblo, mi "Tangamandapio con crepúsculos arrebolados". Además, ella estaba allá, deseosa por verme llegar, ilusa e ilusionada.
Ese sábado de mayo, esa muchacha decidió levantarse a las tres de la mañana (3 am), alistar un pequeño salveque con algunos artículos personales y, según la contraparte de la ingenuidad (yo), llegó a despedirme en mi regreso a San José, después de unos días visitándolos. El autobús salía a eso de las 4:30 am y llegaba a San José alrededor de las 10:30 am; 6 horas de viaje, nada más.
El baño de agua fría de las 3:15 am no había logrado despertarme, no aún, pero al verla llegar a la parada, 3 kms de "volar pata" previamente, ya no me quedó ninguna duda que estaba bien despierto. Ni siquiera la caminada de los 3 kms lo había logrado. Para llegar adonde pasaba el autobús para San José, en ese tiempo, a esa hora, teníamos que caminar esa distancia, que devorábamos en unos 15 minutos.
Inmenso, sobra decir que inolvidable, fue sentirla a mi espalda, siguiéndome, cuando yo iba subiendo al autobús, creyendo que ya me había despedido, finalmente. La nota es romántica, porque hay cosas que no pueden ser de otra manera.
Mi efímera novia, estuvo conmigo si acaso tres meses (un romance de verano quizás), sacó todo el día para acompañarme a San José; viajó conmigo las 6 horas solo para estar conmigo, para besarnos en la confidencia de un par de asientos de bus (con alguna vecina fisgona ojeando furtivamente), aventurando caricias nerviosas, cuidándonos la maltrecha puerta del sanitario en alguna de las únicas tres paradas que hacía el conductor, en su desesperada gula por consumir kilómetros.
Y cuando ya en San José la aventura terminaba para mí, luego de un almuerzo juntos en alguna sodita barata cercana al Mercado "La Coca Cola" y un paseo por algunas tiendas, a eso de las 2:30 pm, iba a dejarla a la horrible terminal de la empresa Alfaro (donde antes, por dicha no ahora, salían los buses para Coto Brus), donde a ella todavía le faltaban 6 o más horas de viaje en bus, de regreso a Sabalito de Coto Brus, donde todo había empezado; donde alguna vez tuve milagros.
Hace 20 años casi exactos y justo hoy lo recordé, para darme cuenta que el tiempo ha pasado, en verdad que lo ha hecho.
Aclaración: Este no es un cuento o un relato, es una anécdota personal, y así la comparto.
2 comentarios:
Que interesante!
a mi me paso ... pero al reves!
Jaja, ya ve Xavier. Es que las de al revés mías no las conté...
Publicar un comentario