Siempre les recomiendo a mis estudiantes del Taller de Escritura Creativa de CulturaCR.net que no olviden cargar una grabadora o al menos una libreta de apuntes, pero soy un profesor que no cumple sus reglas. La observación del escritor es a veces tan fina y disímil a cada contexto que siempre es difícil capturarla en toda su esencia. Eso quizás sea el detalle íntimo que puede hacer una obra exitosa o de calidad, o no.
En la vida moderna nos enfrentamos a hábitos y costumbres muy desagradables que son interesantes gérmenes de cultivo para personajes narrativos o incluso poéticos. Enfrentarlas con capacidad de observación más que de desagrado es la labor del escritor, cada actitud humana tiene aspectos o aristas diversas y que pueden entenderse desde lo positivo o negativo, desde lo optimista o pesimista, casi siempre al final depende de lo que nos guste en realidad. Los "escritores de lo negativo" quizás prefieran destacar ese lado de la conducta humana, pero es inevitable que exista la antítesis. Al final depende de qué no guste o no, de qué prefiramos o no.
Yo particularmente aborrezco el hábito moderno de mucha gente que no te contesta los mensajes (de texto, de correo electrónico, etc.) que le envías, ni siquiera para decirte respetuosamente que no a una petitoria. (No incluyo aquí mensaje masivos, sino personales). Prefiero un no educado que un silencio. Para mí es determinante incluso a nivel de relaciones profesionales o personales ese curioso detalle. Por supuesto, es una preferencia a nivel personal, pero también es una forma de explicar algún tipo de comportamiento de un personajes, tanto el mío por rechazar esa conducta silenciosa como de quien, por razones que no veo positivas, prefiere evadir la respuesta. Y claro, sé también que un silencio es muchas veces un no, pero igualmente me sigue disgustando, prefiero a la gente de frente, equivocada o no, contraria a mí o no.
Como el caso anterior observo todos los días situaciones así. Lo importante no es aislarse de ellas como escritor, sino conquistarlas, observarlas con cuidado, incluso estudiarlas, para hacerlas propias de nuestros personajes, de su caracterización. No es un secreto, es un conocimiento para tener vigente como escritor.
5 comentarios:
El escritor español Azorín solía escribir, a la mañana siguiente los sueños que recordaba. Dice que lo hacía siempre, por lo que dormía con libreta y lápiz cerca, por si se despertaba en la noche. Esto lo puede usted agregar a la usanza de la libreta y el lapicero que debe haber en todo escritor que se precie de serlo. ¿Qué le parece?
Sí William, la experiencia de Azorín es también seguida por otros varios escritores. Recordemos que Cortázar aceptó que "Casa tomada" está basada en un sueño y posiblemente centenas de relatos alrededor del mundo.Todos los escritores adoptaron hábitos diferentes y símiles, cada uno el que sentía más cómodo para su trabajo creativo.
Por ejemplo, en el grupito nuevo de los martes del taller hablábamos de la necesidad o no de estructura antes de escribir. Vargas Llosa la usa, García Márquez parcialmente y muchos otros como Hemingway nunca pudieron ni intentarlo.
Algunos usan un lapicero mental, retentiva poderosa y mayor reflexión a cada paso por la calle, esos quizás son los que llamamos locos o distraídos, que andan escribiendo en todo lado. Otros la grabadora, otros los recibos telefónicos o de luz, o cualquier papel que se encuentre. Yo soy de esos. Muchas ideas se pierden, pero yo soy de la idea de que si la idea se desvanece y no persevera por sí misma entonces no era suficientemente fuerte. No valía la pena.
Gracias William por su aporte.
Estimadísimos Debrús y Venegas:
Eso que hacía Azorín es muy común y es casi algo natural, cosa que hago desde siempre, pues en el subconsciente está el oro pesado y solo con ese hábito podemos rasguñar algunas pepitas.
Buena entrada, hace falta.
Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,
Frank.
Bueno, amigos, entonces algún día me voy a soñar una película y luego escribo la crítica al despertarme.
Geovanny y Frank:
vean que descarados son mis sueños. Una noche me soñé que yo, ¡yo!, le daba consejos a Fidel Castro sobre político.
Eso sí son delirios de grandeza de mi parte
Jaja, oh William, sueños presuntuosos, jaja, me he reído con gusto.
Eso de imaginarse la crítica antes que la película es bien sui géneris. Hasta una idea para un cuento. Últimamente tengo muchas ideas de escritura, pero no realizo ninguna, jaja.
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