En la memoria del vencido
Mientras
Jaime le agarraba las manos, Hugo le arrebató de un solo tirón la blusa, con el
sostén incluido en el paquete. Ella se impresionó, pero no reaccionó a
cubrirse; no sabía en realidad cuál era su prioridad en ese instante.
En
qué momento pensaron las mujeres que esconder el teléfono celular entre sus tetas
lo protegía, pensó Hugo mientras juntaba el aparato que había rebotado y caído
al suelo.
Hugo miró de nuevo a la joven
aterrada, con aquellos ojos quebrados en millones de piezas que le
transmitieron una lástima indecible; como la que no sentía a menudo en esos
atracos. Luego hurgó con la mirada en sus senos indefensos y posicionó en su
memoria la forma precisa de sus pezones erguidos, en el centro de su aureola
encogida, casi inexistente, víctima del frío de la noche veraniega.
Seguidamente la miró de nuevo a los
ojos, esta vez fijamente, para encontrar en ellos la dulzura de quien pudo habérsele
brindado con cariño y pasión de haberlo conocido en otra circunstancia.
-
Apurate güevón, que nos ven,
¡corre ya güevón!
Hugo
sabía que mirarla de nuevo, un segundo más, atrapar la imagen precisa, tendría
mucho valor después, cuando le hiciera el amor a su esposa, allá en los
tugurios del bajo…
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® 2013. Derechos reservados. Geovanny Jiménez Salas, cc Geovanny Debrús Jiménez.
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