En mi taller literario, que coordino desde hace unos tres años desde CulturaCR.net, una de las primeras cosas que comparto con los asistentes es la idea de que la literatura, si bien puede ser catarsis o desahogo, también requiere un trabajo con algún tipo de disciplina y respeto hacia el lector.
En el taller de CulturaCR pretendemos que el escritor construya obras de calidad y que trabaje para atraer al lector, al final de cuentas el más grande motivo de todo escritor. La diferencia entre jugar con la literatura y respetarla es el tipo de trabajo que se haga. El mejor juez y el más implacable para que un libro quede en la gente es el tiempo. Muchas obras se quedan olvidadas, en realidad son pocas las que se preservan un buen tiempo o viven para siempre como clásicos. La gran mayoría se quedan en el olvido. Entonces escribir solo por catarsis, por juego o hobbie no puede ser el motivo último de esta práctica u oficio, aunque también debemos considerarlo.
Los escritores tenemos la tendencia a escribir en los peores momentos, sobre las peores cosas, normalmente a raíz de experiencias personales que vivimos u observamos. El desamor es el tema por excelencia en la poesía, por ejemplo, y el desamor incluso está presente hasta cuando hablamos del amor. Esta es la escritura impulsiva, la del desahogo, la que surge como catarsis personal.
Escritor que está feliz deja de escribir, dicen algunos, o no produce una buena obra. Pero no es cierto del todo. Si valoramos como "buena obra" aquella que habla solamente sobre temas sórdidos, malos y negativos de nuestro entorno social o existencial; desarrollados con maestría a partir de la misma fuerza del desencanto, entonces tendríamos razón. Pero entonces habría que cuestionarse si la literatura solo debe hablar de ese tipo de temas, si la felicidad o temas afines a emociones humanas de encanto y positivismo no pueden también ser escritas con maestría. Es que, de pensar así, podríamos incluso pensar que la lectura es una actividad solamente para depresivos, reprimidos o personas con criticidad enquistada para siempre.
Al principio, el escritor empieza a escribir por razones de dolor personas, en la mayoría de los casos, pero el buen escritor; creo yo, desarrolla un hábito y encanto hacia la escritura que lo pone a escribir en cualquier circunstancia personal o social. Percibir el mundo y llevarlo al papel en blanco con palabras y magia es un acto maravilloso, que ya de por sí, es un acto de felicidad. Y me perdonan si soy muy cursi, pero he aprendido a escribir también en los buenos momentos, así como he visto talleristas desarrollar obras impresionantes desde un trabajo más "controlado", que no necesariamente se ligue a un estado personal de dolor, desencanto o frustración.
¿Usted qué cree? ¿Sola la obra que revele lo negativo de la sociedad es buena o bien lograda?
1 de febrero de 2010.
5 comentarios:
Sin ser escritora pero motivada por tu reflexión me quedo con las dos ideas; la primera que surge en los primeros años de experiencias vividas, los primeros amores y desamores, los primeros saltos y sobresaltos emocionales; y la segunda, definitivamente a través de la magia y el encanto como vos -citás- que se produce en uno cuando ya hay experiencia, vida, lecturas y miradas más emocionadas! Una nueva época, sin apuros pero más apurados en decir lo que se desea!!!
Esa es una pregunta que, creo yo, muchos nos hacemos. Bien que mal, todos los textos (y por eso son textos) nos dan alguna información, significan, y si no se dejan leer, los leemos "a la puñeta". Es cierto que la literatura muchas veces se echa al hombro la tarea de revelarnos otras verdades sobre la sociedad y sus derivados, pero no creo que tenga que ser, por fuerza, un parámetro a la hora de escribir. De todos modos, la lectura o no lectura de cualquier obra pocas veces le toca a hacerla al artista.
Pienso que todo escritor es un rebelde de la realidad. El acto de escribir, como todo acto creador, proviene de la insatisfacción o el desencanto ante el mundo dado como real. De ahí que en muchas ocasiones la escritura funcione como desahogo y sus temas recurran situaciones sórdidas. Sin embargo, tampoco es que la literatura sea EMO. Es más, como dijo alguien una vez: ser EMO, si es que ser EMO significa vivir intesamente las emociones, no debería ser solo vivir amargado (como hacen o pretenden los EMOs), puesto que la vida no es solo emociones negativas. La literatura es igual, se alimenta de vida, no de determinado sentimiento, sino de todos.
Admito ser de las que escriben más en tiempos de catarsis, así empezé a escribir; sobre el desamor, la soledad, la terrible adolescencia, sin embargo admito que no hay porque irse a los extremos, habiendo en la vida tantas rosas como espinas; aunque yo todavía estoy en período de prueba en eso, para muestra un botón que a pesar de que esté enamorada solamente le he escrito 2 poemas a mi novio... porque cuando trato de escribirle algo no encuentro palabras antitrilladas... y el único sinónimo de felicidad que he descubierto son mis lágrimas...
Y el único seudónimo de felicidad
que encontré
son mis lágrimas.
Lucía eso es poesía para su novio y para cualquiera. Eso es hacer poesía, ir más allá de la emoción que nos rebasa y encontrarla en la voz propia.
En ese ejemplo, se ve que la felicidad también es motivo de escritura, de originalidad, de innovación y grandeza. No solo lo sórdido, aunque también.
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